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Qué os puedo contar que no os podáis imaginar ya. Básicamente ha sido perfecto. Además de que es listo pa parar un tren. El tío aprovechó una de las veces que yo me ausenté para irse a mi monedero y pillar mi DNI, y así poder comprar los billetes de avión. Y nada, con un poco de avión y un poco de tren llegamos a su ciudad.

La verdad es que es preciosa. El centro histórico es increíble, todo de casitas blancas, de tres pisos como mucho, en unas calles estrechas y llenas de flores, tanto en los balcones como en sus patios típicos andalusíes. Me ha encantado, y no dudo que en breve volveremos, porque de verdad que ha sido absolutamente increíble. Ya no solo porque me han encantado los paseos que nos hemos pegado por la ciudad, sino que me ha llevado a un hotel de esos con encanto, y a comer y cenar a sitios donde he tenido que dejar mi dieta en la puerta. La comida andaluza… ¡Es tan rica! Eso sí, tanto frito… Pero frito del bueno, no de ese que te deja luego el estómago que te da la sensación de estar rellena de aceite. Increíble.

El hotel, como digo, estaba en el centro histórico y tenía un patio típico precioso. En los momentos en que él iba a ver a su familia, yo aprovechaba para dar una vueltecita por las calles. Luego me contaba que le insistían para que comiéramos o cenáramos con ellos porque querían conocerme, pero que le parecía que si me llevaba ahí podría salir corriendo. Hombre, reconozco que para los cánones que todos conocemos, sería demasiado pronto, pero no sabéis cuánto me halaga ver un brillo en sus ojos que me indica que se muere de ganas de llevarme a su casa. Así que le dije que, en todo caso, la próxima vez que bajara a Andalucía o que sus padres subieran a verle, que los conocería con gusto. La sonrisa que apareció en su cara iluminó todo el fin de semana. Lo veía tan feliz… Tanto, que me hacía feliz a mí.

Y bueno, qué decir de Pablo… Es encantador, atento, caballeroso, cariñoso, buen amante… No sé, me siento en sus manos como si fuera el regalo más preciado que le han hecho nunca, tanto en las situaciones más normales como en la cama. Me toca con muchísima delicadeza, pero también con seguridad, haciendo que confíe aun más en él. Y de verdad… Es un caballero. Estoy alucinada. Gratamente alucinada.

Ha sido un fin de sermana perfecto.

Bueno, bueno. Qué día el de hoy. Empecemos por el trabajo.

Esta mañana ha venido a la tienda la Sra. Maleducada en persona. Es una mujer estirada, con la cara lisa pero el cuello como un sharpei,  rubia de bote, morena de uva y con el típico traje chaqueta de entretiempo que le está haciendo pasar más calor del que ella sería capaz de admitir, porque se le caían los goterones por la frente. Aunque también podía ser sudor provocado por la rabia. Me explico.

Esta señora está acostumbrada a que le den la razón, y hoy a venido a eso, a que le den la razón. Mi «desplante» de ayer le sentó como una patada en el culo, así que hoy ha venido a quejarse a mi jefa. Muy bien. Me lo esperaba en realidad. Tengo un sexto sentido para estas cosas. Pero estaba bien tranquila, porque sé que no hice nada malo. Eso sí, como es la primera vez que pasa algo así, no sabía cómo iba a reaccionar la Jefa.

En cuanto a llegado, a la secre-barbie y a mí nos ha fulminado con la mirada y ha ido con una sonrisa más falsa que un billete de 2’5€ a la Jefa. Se han dado esos dos besos en el aire que tanto estuvieron de moda pero tan horteras quedan y se han metido en el despacho acristalado, donde por lo general la Jefa habla con los bancos, para que nosotras dos no nos enteremos. La secre-barbie ha encontrado mil tareas que hacer alrededor del despacho, por si cazaba algo. Yo, por mi parte, he decidido sacar mi espejito del necesser que siempre llevo encima y he espiado como he podido las caras de mi jefa, que me ha sorprendido gratamente.

No sé exactamente qué le ha dicho, pero me he acabado de convencer de que me ha estado defendiendo el hecho de que se levantara como una furia. También el lenguaje corporal de la señora maleducada, que parecía más una gatita asustada que la leona que ha entrado por la puerta, me ha dado una idea de cómo estaba yendo la conversación. Es más, el hecho de que salieran riéndose y que nos haya dirigido una mirada amable tanto a la secre-barbie como a mí, ha sido la gota que ha colmado el vaso.

En cuanto se ha ido la Jefa me ha llamado a su despacho y, en síntesis, me ha dicho lo siguiente: Que confía en mi criterio, sabe lo educadísima que soy y que nunca va a permitir que porque un cliente pague se nos trate mal. Que ya había tenido algún problema con esta mujer en el pasado y ya sabía cómo era, y sabía cómo controlarla. Y que bueno, a partir de ahora no iba a tener ningún problema con ella.

Me ha hecho sentir orgullosa, no solo porque piense que soy educada y tal, sino por tener una jefa que trate tan bien a sus empleados. La verdad es que estoy muy contenta, y cada vez estoy más contenta de trabajar aquí. Esto es genial.

Por otro lado, la sorpresa… Este fin de semana me voy a Andalucía. Sí, de sopetón. Ayer se plantó Pablo en mi casa por la noche con dos billetes de avión para ir a su ciudad. Me dejó claro que no es que quiera presentarme a sus padres (aun), pero que tiene que bajar a recoger algunas cosas y quiere que vaya con él. La verdad, me sorprende que me quiera llevar con él, y más que se plantee eso de que algún día tenga que conocer a su familia. Naturalmente es muy pronto todavía, así que cuando él esté con su gente yo me iré a caminar y a descubrir la ciudad sola, cosa que me encanta. ¡Me hace tantísima ilusión!

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