You are currently browsing the tag archive for the ‘expareja’ tag.

Ya puedo decir que he vuelto a la normalidad. Cualquier puede pensar que mi normalidad era la de hace un par de semanas, o la de hace cuatro días, si me apuráis. Pero no. Mi normalidad de ahora es la de hace un par de meses.

Pretendía haber escrito un «Qué me pongo» para la noche de San Juan, pero habiendo pasado lo que pasó la verdad es que no pensé en ello hasta que me arreglé yo para ir a mi fiesta. Tenía ganas de escribirlo… Así que esperaré hasta el año que viene, y así ¡Tengo una excusa para mantener mi blog hasta entonces! 😉

Todos los años, en la noche de San Juan mi hermano organiza una fiesta en su casa. Es muy bonita, y tiene un jardín grande con una piscina. En vez de césped tiene una tablas de madera tratadas para que puedan estar a la intemperie e incluso ser pisada por diminutos tacones de aguja… Aunque imagino que esta semana el jardinero tendrá que ver si ha habido algún destrozo por San Juan, como siempre pasa. Este año pensaba quedarme en casa, pero Johan es un puñetero cabezón, y se plantó en mi casa después de comer (ya sabía todo lo que había pasado) con la promesa de que, si no me iba con él, él se quedaba conmigo.

Así que cuando llegamos a su casa me encontré a mi sobri Cris sentada en el suelo del recibidor, rodeada de paquetes de petardos para niños y guirnaldas. No sabía por dónde empezar. Le di dos besos a mi cuñada, que cambió la cara al verme, y me preguntó por Pablo. Como a mi hermano le había prohibido contar nada, le dije que él había aprovechado el puente para ir a ver a su familia. Creíble, ¿no?

Ayudé a mi hermano y a mi sobrina a decorar el jardín mientras mi cuñada metía broncas aquí y allá a camareros y cocineros contratados para la ocasión. Una vez estuvo todo preparado, me subí al cuarto de invitados y me arreglé: me puse el must have del verano, un vestido largo hasta los pies con caída y estampado de flores, con escote tipo palabra de honor y tirantitos finísimos, con unas cuñas. Está feo que yo lo diga, pero era la más guapa de la fiesta.

He de reconocer que me lo pasé bien. Vi a gente que hacía años que no veía, conseguí de palabra (a ver si cumplen) un par de clientas y además ligué y todo. En fin, en este tipo de fiestas sueles ligar, sobretodo si eres una de las pocas mujeres solteras que hay en un recinto de caza acotado, pero eso no evita que me riera bastante ante según qué técnicas de acoso y derribo.

Mientras tanto, mi móvil apagado recibía llamadas perdidas y mensajes de Pablo. Lo vi al día siguiente, nada más levantarme. Me está diciendo que necesita hablar conmigo. Bueno, ya sabéis, las típicas palabras de: «Claudia, tenemos que hablar. Cógeme el teléfono por favor». Todos sabemos lo que significa eso, así que he pensado (lo acabo de pensar ahora, de hecho) que le voy a mandar un sms para ahorrarle tiempo:

«No hace falta que hablemos ni que sigas intentando ponerte en contacto conmigo. Ya hiciste tu elección el sábado, es innecesario que le pongas palabras.»

Hoy me ha pasado una cosa horrorosa. Horrible. Desastrosa. De esas que te dejan con ganas de meterte en la cama y no volver a levantarte en unos diez años, más o menos.

Ha venido Mariona a buscarme a la tienda para enseñarme su nuevo coche y de paso tomar un café. Lo llamo tienda porque está a ras de suelo, aunque no tenemos ropa ni nada… Más bien es una oficina. Total, esto no es importante. A las cinco la tenía aparcada en la puerta, esperándome desde hacía unos minutos. No ha podido levantar la capota y fardar de coche porque hace un frío y un día de perros, así que me ha llevado hasta un bar donde solemos reunirnos a menudo mientras iba elogiando su maniobrabilidad y lo muchísimo que le iba a gustar esta sorpresa a Pierre. Si cuando yo digo que la quiere por dinero no es por nada.

Nos hemos sentado y hemos empezado a hablar de nuestras cosas, tan estúpidas como siempre, cuando de pronto Mariona me ha dicho:

– Claudia, no te gires… Rodri ha entrado en el bar.

No me lo podía creer. Rodri es mi ex pareja. Nuestros padres son socios y prácticamente hemos crecido juntos. Desde el principio se esperaba que ambos, por ser los dos de la misma edad, acabáramos casándonos. Era algo que esperaban tanto todos los demás que nosotros nos dejamos contagiar.

Nuestro juegos iban creciendo a medida que íbamos creciendo nosotros. A Rodri fue al primer chico que le cogí la mano, al primero que le di un beso… Y todo lo demás. Estaba profundamente enamorada, y con 20 años pensaba que era el hombre de mi vida. Hasta hace dos años.

Hace dos años estábamos celebrando mi cumpleaños. Mi madre se había empeñado en montarme una fiesta con toda la familia, amigos, compañeros del club e incluso los vecinos, que ni siquiera le caen bien. Pero como había contratado un salón increíblemente caro y un catering impresionante, quería fardar y demostrar quién era ella. Daba igual que fuera mi cumpleaños o cualquier otro, el tema es que le apetecía gastar dinero y cualquier excusa le viene bien.

Todo era increíble, y me lo estaba pasando fenomenal. Estaba hablando con mi tía abuela, la única tía de mi madre que me parece una persona normal, cuando vino mi entonces suegra preguntándome por su hijo. Como siempre he sido muy gentil y amable con ella le dije que esperara allí, que iría a buscar a Rodri y lo traería para que estuviera con todos nosotros.

Lo busqué por la sala, por el jardín… Hasta que al final me dio por buscar en el baño, y entonces escuché algo que no me hizo ninguna gracia:

– Claro mi amor (silencio) (risas) ¿Ah sí? ¿vas a hacerme eso? (silencio) Me muero de ganas

En ese momento se me escapó un hipido lloroso y se giró. masculló algo como -enseguida te llamo- y vino hacia mí, con su sonrisa perfecta que tanto dinero le había costado a su padre y los brazos con el gesto de abrazarme.

Automáticamente aceleré el paso para salir de allí y sin darme cuenta tropecé con mi madre que ya me estaba mirando con esa cara que solo ella puede poner y que quiere decir algo así como » ya me estás abochornando otra vez». Entonces llegó mi padre, me abrazó y me dijo que era hora de soplar las velas. Y ahí estaba yo, con todo el rímel corrido, con Rodri y su sonrisa perfecta al lado, tragándome las lágrimas mientras oía a medio salón cuchichear y al otro cantando el cumpleaños feliz…

Y todo eso me ha venido a la mente cuando he oído:

– Claudia, guapa… Cuánto tiempo, ¿no? 

Contacta

Si quieres ponerte en contacto conmigo o quieres consultarme alguna duda sobre moda, no dudes en mandarme un mail a: clau.quemepongo (arroba) gmail.com

Mes por mes